12.1.25

Pacificador



La paz no es blanda,

no es un susurro entre las ruinas.

Se forja en la espalda tensa,

en la mirada que no se aparta,

en el puño que se cierra

pero no tiembla.


El miedo susurra,

el acero responde.

El conflicto arde primero dentro,

donde nadie mira,

donde la duda es un filo más peligroso

que cualquier espada.


El esfuerzo se quiebra en las manos,

el hambre roe los huesos

mientras la balanza inclina su peso

hacia la injusticia.

No hay equilibrio cuando unos se rompen

y otros cuentan el arroz

como si pesara menos que el sudor.


El desequilibrio no es un accidente,

es un arma.

Se afila en el silencio 

de los que no tienen voz,

en la mirada baja 

del que ya no espera nada.

Rompe antes de golpear,

se hunde antes de ser visto.


No se trata de alzar la voz,

ni de hablar de treguas

como quien teme al viento.

La verdadera guerra

es sostener el silencio

cuando todo exige un grito.


Pero hasta el hambre ruge.

Hasta la balanza cede.

No hay hierro más pesado

que la injusticia sostenida

 demasiado tiempo.


Y cuando se rompe,

las bestias muerden sus

 riendas,

las manos arrancan 

lo que nunca se les dio,

las llamas ya no esperan

 permiso.


El silencio termina.

Lo que viene ya no se detiene.

Lengua Madre

 Imaginá esto, una mujer se sienta frente a una computadora vieja, en Colón, con un ventilador que hace un ruido que podría ser una vocal qu...