24.1.25

No hay Poema para eso

 


Tu mamá me pregunta 

qué poema es para ella,

como si los poemas 

fueran objetos tangibles,

como si pudieras abrirlos,

como si hubiera uno 

hecho específicamente 

para el momento exacto 

en el que pregunta 

y no para el momento 

en el que yo dejé 

de preguntarme 

si escribir

 servía de algo.


Pienso en decirle,

ninguno.

O todos.

O los que todavía no existen,

 los poemas que no escribí,

porque estaba demasiado

 ocupada contando

los agujeros del techo,

ese techo que no es realmente

 un techo sino una especie 

de tregua

entre la estructura de la casa

y el cielo que se filtra 

por las grietas.

Y entonces 

me pierdo otra vez.


Porque, 

¿cómo explicarle a alguien 

que los poemas 

no son respuestas 

y mucho menos

 soluciones?

Que son más, 

como esa luz absurda

que entra en la habitación 

justo cuando te estás 

quedando dormida 

y pensás -esto es hermoso- 

pero también es molesto, 

y ...

¿por qué pasa justo ahora?

¿Es alguna especie 

de burla cósmica?


Y entonces recuerdo,

no hay poema para eso, 

señora.

No hay poema 

para la gente que vive 

como si la vida fuera 

una lista de pendientes

 interminables,

ni para los que caminan 

con los ojos cerrados,

 escuchando podcasts 

de autoayuda 

como si con eso pudieran

 silenciar 

el eco de las cosas 

que no dicen.


Si quiere un poema,

lea el ruido de la heladera,

el eco seco de los pasos 

en el pasillo cuando 

la casa está vacía,

la manera en que el agua 

hierve

justo antes de apagarse,

y sí, también esas marcas 

de vasos en la mesa,

las que nunca terminan 

de borrarse del todo,

como un recordatorio

 persistente

de que todo lo que tocamos

 deja una cicatriz,

incluso, si no lo queremos.


Porque, al final,

el poema no es mío, 

ni suyo, 

ni de nadie.

Es de esa luz absurda,

del reloj que parpadea 

sin razón.

Del polvo que nunca 

limpiamos

porque nadie mira allí,

y de las preguntas 

que nunca  hacemos

por miedo 

a las respuestas.

Nada muere. Todo cambia de forma (y al final, probablemente, te reís)

  Nos pasamos la vida entrenando para cosas que nadie nos pidió: rendir, parecer productivos, tener éxito en algo que no entendemos del tod...