La luz no llega,
pero insiste,
un dibujo en el polvo
que nadie termina.
Es inútil el sueño,
pero insiste también,
como un pez atrapado
en un río sin agua,
como un espejo que devora
la sombra de quien lo mira.
No hay pérdida,
solo el eco del deseo
pateando piedras al borde
de un abismo inventado.
Las cosas nunca son completas,
el árbol que extiende sus raíces
a un suelo sin nombre,
el color del día
desgastado en su propio borde.
¿Es esto despertar?
Tal vez,
pero es un despertar que no
llega,
una grieta en la costumbre
por donde el sueño respira.