20.11.18

LA FILA DE HORMIGAS


Bajo la cabeza y aviento el cuello como diciendo sí, mientras miro en el jardín de casa la fila de hormigas que avanza sin piedad hacia el rosal, pregunté por esas flores que se marchitan errantes, de pie sin la elegancia de su aroma. El silencio ya no es eclesiástico sino más bien aturde después de escuchar gritos. 
Sombras a la deriva y gritos, gritos, gritos. Alguien reclama, le duele el mundo. Hoy es domingo, me digo, sin embargo la muerte no da tregua. Cuánto dolor, cuánta orfandad entre nosotros.
De los gritos distingo ciertos enunciados: yo vengo de la muerte. Yo vengo de la tumba. Yo hablo con los muertos. Enajenada entiendo esas palabras mientras lloro, mientras todo acto sucede en la propagación del sonido de una voz con su velocidad sonora.
¿Podría yo acaso abandonar este llanto en la tierra y proveer con esta angustia otra atmósfera a las hormigas? Fuera de mí, por las sombras condenadas las dejo caminar, no quiero interferir esa faena, después de todo ellas también escuchan estos gritos.