16.1.18

Una cumbia para el Dentista



Pienso en esta cumbia que combino
intermitente, para tocar con los pies, 
y como una silenciosa concertista
cuido los detalles,
los ínfimos detalles, de las notas,
para que sea paisaje,
que brille y suene delirante,
se muevan y, suenen
y brillen
como si fueran todas,
las posibles sonrisas del mundo,
perfectas, impecables,
listas para besar,
relucientes, así sonará esta
increíble cumbia musical.


Y mientras mastico esta canción,
con fuerza, 40 veces más de lo normal,
porque es muy bella, y a la belleza
se la digiere parsimoniosamente,
lenta y suave, mientras dure.
Pero sin embargo la cumbia
se la carga al revés,
con la saliva, rápido,
a los saltos, los saltitos,
curvando la espalda,
meneando la cadera,
arqueando las rodillas,
con las manos enredándose
en los brazos y por orden natural,
boca entreabierta,
se abren las emociones,
las confesiones quedando únicos,
desnudos, sin palabras,
y cae toda máscara.
Ni mariposas, ni sueños,
                                ni verdad,
hacia los dientes rechinantes,
que enlazan realidad.

Después de una cumbia,
bien se sabe, que se aproxima otra y otra,
y otra más, no hay final, calor, vaso y baile,
en ése orden.

Pienso en la cumbia y el Dentista
y en el exótico trabajo de ver por dentro,
a las personas, y mientras las recuesta
en la camilla, él puede distinguir la suela
en los pacientes, bailadas quizás o,
quizás no.


Me intriga la rara forma,
que tiene, de ver la gente hermosa.


Por eso:
a veces tengo entre mi boca
tu nombre Alejandro,
a veces tengo tu nombre,
entre mis dientes.


(Parar un ratito para cantar)

Lengua Madre

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