pone en pie la forma de mujer
callados testigos absortos de la belleza
iluminan el enérgico paisaje
de boca la pollera teje conversaciones
blandos deseos a la sombra
niega al mundo cierta mirada que cale:
los temidos frutos del amor
circunvalaciones en los pensamientos
notoria claridad de las palabra
simágenes mentidas humanas falsedades
recorren hilo por hilo la menuda falda
el hombre tiene el deber
eufórica obligación de echar un vistazo
a ese desnudo cuadro distraído a los impulsos
en las finas curvas de la tela
cataratas enredadas en un cuerpo
más que un par de remos metidos en una falda
destellando una mujer
el fuego por dentro tiene que ceñirlo
en pensamientos de fecundación
para desvanecerse sigiloso ante magnánima fiesta
cuando una mujer goza pollera
serena desconsuelos en un pequeño estanque
que pega con la intensa fuerza y furia
de un minúsculo volcán en erupción
entonces el ecosistema revienta
y fantasías relucen como fondo de moneda
hombres dislocados se trepan
a valientes barcos de vapor
les repiquetea en la nuca violento aire
brizna: viento de verano
el juego de motor en acelerados latidos
se activan con el roce voluptuoso de la piel
y luminosos chispean caracoles salidos de la costra
germinan diálogos en las frágiles costuras
que se mecen en obrera prominencia
donde brota pasión por todos los costados
no hay mancha floja al desgranarse
y el humo dibuja sencilla arquitectura
una mujer con pollera fabrica atractivos saltos
gobierna el vientre e inclina la figura
hasta ahogarse en el apareamiento
con lucidez engendra gemidos mortíferos
que despliega en círculos y en la espalda los extingue
baraja en haz de espadas como redes
del color de un manantial y en húmeda calmal
leva fuego mordiendo la cadera
tímida es la rama de visiones torcida y compleja
explosión es la libertad en el hombre
en su hermosura bailan pájaros a la sombra
moja las costas de voluminosas miradas
donde celos y amores
están burlando la contemplación
lleva la tabla de los mandamientos al revés
reflejo de pura agua viva
metida dentro de lo espontáneo
cuando el diáfano sol alborotado
vuelve cristal la pila de su divinidad
el hombre delira ante la huella
se le enamora el pecho con anhelo
de estar por debajo acariciando
los pliegues de la falda
con discurso varonil cautivo de la vergüenza
finge que la flor peregrina no lo ciega
flechas y arquero en la dulce danza del género
una pollera tiene el atrevido deseo de la locura
musicalidad al paso del agua
envuelve lo humano con promesas
de caricias y furtivos besos
pero primero al hombre para aprisionar
su vista a la deriva le convendría saber
qué lleva una mujer cuando pone piel en la pollera