29.12.08

Mis sandalias planas


La poesía articula la partícula elemental del cosmos y se transforma en los pequeños actos cotidianos, sucede a una profundidad marina elemental, o quizás al ras del agua como los sonidos de la luz y la luz en los silencios que dan el fruto de la profundidad.

Ya lo subrayara Sagan «en la mayor parte del espectro lumínico todos los seres humanos somos negros» aunque tengamos el atrevimiento de agregarle colores, robándole al mismo cielo de su ágil abanico un arco iris, que se abre hacia la vida, nos cobija y nos hace saber que todos estamos bajo el mismo techo, nadie debería olvidar esto.

Por otro lado en el escenario mismo de la tierra, al ritmo izquierdo del timbal, giramos en una danza múltiple entre miles de centenares de espermatozoides y un lúcido óvulo que se contaminan entre sí en una gran carrera de placer, a diez mil en latido de motor sobre un sonoro barco de vapor, con el fin último de procrear, engendrar vida, así es como esto sucede y así nace un poema, que lleva la carga genética de su autor e inscribe su propia regla, nace desde el costado y comienza a elevarse por otras galaxias paralelas, en otros mundos y vuelve transformado hacia un lector, el uno de lo particular como el Eros y su danza de flechas arqueadas, que elige de UNA a UNO y va formando en el aire un ecosistema con dos prestigiosos jugadores, en una batalla exhausta que galopa sin más pretexto que la gloria, así vive un poema en su lector.

De igual manera todo está sujeto a falla, toda medida exacta suele tener una centésima de error como la historia misma o como lo que ahora estoy pensando e inscribiendo en el lenguaje que va a fluir y mezclarse bajo el aire mismo que respiro.

El secreto de las letras, supongo permanece en lo no leído, en las páginas nunca antes abiertas o en las personas y paisajes que aún no conocemos y nos esperan en las esquinas del obstinado reloj, que nunca detiene su marcha, con esas agujas que tejen y destejen los encuentros, burlando la dinastía que hace tiempo en un destino.

Recibir la palabra en un poema que vuela, hacia lejanos rincones y llega a un punto equidistante, donde alguien no importa quién, sienta el éxtasis o mejor aún las tome tan profundas que crea confundirlas como propias, alguien que come y bebe del poema su verdad cuando el poeta suelta al aire las vocales.

Está la marcha inagotable de los trabajadores de las letras, que saben muy bien que la poesía no vende y que es un largo camino el que recorren tan sólo por la dicha de poder decir y condenan las letras a la gracia de sobrevivir, porque doy por hecho de que en la poética nada tiene desperdicio.

El calor del lenguaje mueve las constelaciones, mueve millones de galaxias y mundos posibles y nuestro privilegio en esta tierra sigue floreciendo una y otra vez bajo el dominio del agua.

Con mis sandalias he viajado tan lejos como me fue posible y lo sigo haciendo aún, tan sólo por comprobar que la imaginación sigue siendo la mejor aliada, en compañía de esos cuerpos celestes que buscan encontrar una respuesta y que sólo se halla en la palabra.